ramónde.campoamor

Biografía

Poesía

El reino de los beodos


Tuvo un reino una vez tantos beodos,
que se puede decir que lo eran todos,
en el cual por ley justa se previno:
-Ninguno cate el vino.-
Con júbilo el mas loco
aplaudióse la ley, por costar póco:
acatarla después, ya es otro paso;
pero en fin, es el caso
que la dieron un sesgo muy distinto,
creyendo que vedaba sólo el tinto,
y del modo más franco
se achisparon después con vino blanco.
Extrañado que el pueblo no la entienda.
El Senado a la ley pone una enmienda,
y a aquello de: Ninguno cate el vino,
añadió, blanco, al parecer, con tino.
Respetando la enmienda el populacho,
volvió con vino tinto a estar borracho,
creyendo por instinto ¡mas qué instinto!
que el privado en tal caso no era el tinto.
Corrido ya el Senado,
en la segunda enmienda, de contado
-Ninguno cate el vino,
sea blanco, sea tinto,- les previno;
y el pueblo, por salir del nuevo atranco,
con vino tinto entonces mezcló el blanco;
hallando otra evasión de esta manera,
pues ni blanco ni tinto entonces era.
Tercera vez burlado,
-<No es eso, no señor,> dijo el Senado;
<o el pueblo es muy zoquete, o muy ladino:
se prohibe mezclar vino con vino>-
Mas ¡cuánto un pueblo rebelado fragua!
¿Creeis que luégo lo mezcló con agua?
Dejando entonces el Senado el puesto,
de ese modo al cesar dió un manifiesto:
La ley es red, en la que siempre se halla
descompuesta una malla,
por donde el ruín que en su razón no fía,
se evade suspicaz... ¡Qué bien decía!
Y en lo demás colijo
que debiera decir, si no lo dijo:
Jamás la ley enfrena
al que a su infamia su malicia iguala:
si se ha de obedecer, la mala es buena;
mas si se ha de eludir, la buena es mala. 


La opinión


A mi querida prima Jacinta White de Llano,
en la muerte de su hija


¡Pobre Carolina mía! 
¡Nunca la podré olvidar! 
Ved lo que el mundo decía 
viendo el féretro pasar: 
Un clérigo. Empiece el canto. 
El doctor. ¡Cesó de sufrir! 
El padre. ¡Me ahoga el llanto! 
La madre. ¡Quiero morir! 
Un muchacho. ¡Qué adornada! 
Un joven. ¡Era muy bella! 
Una moza. ¡Desgraciada! 
Una vieja. ¡Feliz ella! 
—¡Duerme en paz!—dicen los buenos. 
Un filósofo. ¡Uno menos! 
Un poeta. ¡Un ángel más! 


Prosa

Otras miradas a Ramón de Campoamor

 

 

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Última actualización: 12/04/2002 

(C) 2002. Daniel Azkona Coya, feliz escudero en un mundo de aspirantes a rey