josé.ángelvalente

Biografía

Poesía

El cántaro


     El cántaro que tiene la suprema 
realidad de la forma, 
creado de la tierra 
para que el ojo pueda 
contemplar la frescura. 
     El cántaro que existe conteniendo, 
hueco de contener se quebraría 
inánime. Su forma 
existe solo así, 
sonora y respirada. 
     El hondo cántaro 
de clara curvatura, 
bella y servil: 
el cántaro y el canto.


El crimen


Hoy he amanecido 
como siempre, pero 
con un cuchillo 
en el pecho. Ignoro 
quién ha sido, 
y también los posibles 
móviles del delito. 

Estoy aquí 
tendido 
y pesa vertical 
el frío. 

La noticia se divulga 
con relativo sigilo. 

El doctor estuvo brillante, pero 
el interrogatorio ha sido 
confuso. El hecho 
carece de testigos. 
(Llamada de portera, 
dijo 
que el muerto no tenía 
antecedentes políticos. 
Es una obsesión que la persigue 
desde la muerte del marido.) 

Por mi parte no tengo 
nada que declarar. 
Se busca al asesino; 
sin embargo, 
tal vez no hay asesino, 
aunque se enrede así el final de la trama. 

Sencillamente yazgo 
aquí, con un cuchillo... 
Oscila, pendular y 
solemne, el frío. 
No hay pruebas contra nadie. Nadie 
ha consumado mi homicidio.


El sueño


     Por una espesa y honda 
avenida de árboles que unen 
en lo alto su copa y pesadumbre 
el sueño avanza. 
     Abre sus grandes alas, 
sus poderosos brazos 
de lenta sombra y noche grande: cierra 
contra todo horizonte. 
     En el centro del aire 
cabecea un navío, 
rodeado de enormes 
territorios de sueño. 
     El sueño avanza: pone 
su silenciosa planta 
en el umbral de nuestra 
transitoria vigilia. 
     Acaricia y golpea, 
llama con voz suave 
y entra como un río 
de seguro poder. 
     El sueño halaga, 
porfía y nos rodea, 
hasta que al fin caemos 
en su seno girando 
como plumas, girando 
interminablemente. 
     Ésta es la inerme paz, la sosegada 
mentira de la sombra. 
El sueño multiplica 
su rostro en un espejo 
sin fin: vértigo quieto, inmóvil 
torbellino. 
     ¡Gritad! Pero no; el grito 
es también sueño. Ahora su dominio. 
Potestad de la noche.


Materia


Convertir la palabra en la materia 
donde lo que quisiéramos decir no pueda 
penetrar más allá 
de lo que la materia nos diría 
si a ella, como un vientre, 
delicado aplicásemos, 
desnudo, blanco vientre, 
delicado el oído para oír 
el mar, el indistinto 
rumor del mar, que más allá de ti, 
el no nombrado amor, te engendra siempre.


Pato de invierno


Por encima del agua helada 
el patito se resbalaba. 

Por encima del agua dura, 
el patito de la laguna. 

Por encima del agua fría, 
el patito silba que silba. 

Silba que silba se resbalaba 
y en vez de llorar silbaba.


Poema


Cuando ya no nos queda nada, 
el vacío de no quedar 
podría ser al cabo inútil y perfecto.


Poeta en tiempo de miseria


Hablaba de prisa. 
Hablaba sin oír ni ver ni hablar. 
Hablaba como el que huye, 
emboscado de pronto entre falsos follajes 
de simpatía e irrealidad. 

Hablaba sin puntuación y sin silencios, 
intercalando en cada pausa gestos de ensayada 
alegría para evitar acaso la furtiva pregunta, 
la solidaridad con su pasado, 
su desnuda verdad. 

Hablaba como queriendo borrar su vida ante un 
testigo incómodo, 
para lo cual se rodeaba de secundarios seres 
que de sus desprecios alimentaban 
una grosera vanidad. 

Compraba así el silencio a duro precio, 
la posición estable a duro precio, 
el derecho a la vida a duro precio, 
a duro precio el pan. 

Metal noble tal vez que el martillo batiera 
para causa más pura. 
Poeta en tiempo de miseria, en tiempo de mentira 
y de infidelidad.


Solo el amor


Cuando el amor es gesto del amor y queda 
vacío un signo solo. 
Cuando está el leño en el hogar, 
mas no la llama viva. 
Cuando es el rito más que el hombre. 
Cuando acaso empezamos 
a repetir palabras que no pueden 
conjurar lo perdido. 
Cuando tú y yo estamos frente a frente 
y una extensión desierta nos separa. 
Cuando la noche cae. 
Cuando nos damos 
desesperadamente a la esperanza 
de que solo el amor 
abra tus labios a la luz del día.


XXIII Ventana


La ventana 
con vistas al desnudo 
donde aún sobrenada un seno solitario, 
se prolonga imposible la tristísima 
longitud de una media abandonada, 
y los gatos erráticos, 
las pálidas botellas, 
la lámpara encendida, moribunda señora, 
en rigor para quién.


XXXV


La aparición del pájaro que vuela 
y vuelve y que se posa 
sobre tu pecho y te reduce a grano, 
a grumo, a gota cereal, el pájaro 
que vuela dentro 
de ti, mientras te vas haciendo 
de sola transparencia, 
de sola luz, 
de tu sola materia, cuerpo 
bebido por el pájaro.


Prosa

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Última actualización: 12/04/2002 

(C) 2002. Daniel Azkona Coya, feliz escudero en un mundo de aspirantes a rey